VAYA FINAL TRISTE PARA UNA VIDA DE MIERDA

VAYA FINAL TRISTE PARA UNA VIDA DE MIERDA

23 dic 2014

ADIÓS, CAMPO DE HABAS.... ( EL SUICIDIO )


Algunos, alguna vez en la vida hemos dicho: "Hasta aquí he llegado. No puedo más" e intentas poner tierra por medio, nunca mejor dicho, para acabar con esta absurdez de vivir para morir.
Enseguida sale aquella persona que lo evita:
- No! No lo hagas! Es de cobarades- te dicen- ¿No has visto el caso de superación de la chica de Illinois que el tren le cortó la pierna izquierda y los dos brazos y ahora es jefa de las cheerleaders de Getafe?
- No, no lo he visto. Pero me importa una mierda ella, sus brazos y el pompom que se pondrá en el culo para amenizar al Getafe.

Hay días que te levantas y no paras de negativizar hasta que te acuesta. Te molesta hasta tu propia respiración. El problema viene cuando, al día siguiente te levantas igual y la situación roza braga.

Tu problema se cronifica. Sabes que es una estupidez pero no puedes evitarlo. La gente te da tanto asco que notas en la garganta un inusual sabor a mierda con nueces de macadamia de la tienda de chinos. Te molestan los comentarios, las risas, los sonidos, la ternera a la jardinera, todo...Es como una confabulación hacia tí, hacia el buen gusto. La gente te vende la vida como si fuera un Ferrero Roche cuando, en verdad, la vida es efectivamente un Ferrero Roche, es decir, un bombón hueco, chano y chocarrero que cualquier chuche del kiosko la supera con creces pero que vislumbra a todos por su envoltorio dorado.

Hasta tu madre, que siempre ha sido una santa para ti, la ves como una ramera de carretera secundaria. Es una sensación de desazón, malestar y el pensar que jamás se te va a ir.

Tengo un buen amigo que tiene una mandíbula muy prominente, de hecho no utiliza el whassup sino que aparece una barbilla con un post it que pone "llegaré mañana". Bueno, que me voy del tema, pues este amigo siempre me dice que la vida es una bendición, un regalo del Cielo. Y yo le digo que un regalo del cielo es que lluevan kikos o pastelitos de trufa, pero que esta mierda de regalo que es mi vida debía tener ticket de devolución o poder cambiarla por otra cosa: un disco de Pablo Alborán, una ensaimada o un usb con forma de pene.

Entonces, tu propia ira te lleva a pensar suicidios ultravilentos que te hicieran desaparecer del mapa: Caerse en una biotrituradora, estrellar un autobún de niños contra un árbol y que los niños se quedaran clavados en tu cuerpo como cuchillos, echarse al paso del Ave y dejar un reguero de intestinos a lo largo de tres pueblos, tirarse de un octavo piso sobre un contenedor lleno de cristales, alfileres y grapas, beber aguarrás en una biblioteca para que con los gritos agónicos la bibliotecaria te haga callar y te tire fuera, inyectarse ajoaceite en vena en medio de la representación del Rey León para cagar la función, quemarse a lo bonzo en Fallas e ir corriendo prendiendo los monumenstos antes de la fecha, ponerse la cabeza envuelta en una bolsa de basura en la que previamente había queso Camembert, munster y Brie de Meaux, poner la cabeza en un tope de via cuando entra en la estación el tren, meterse bajo la campana de la iglesia, entre la campana en sí y el badajo, cuando van a tocar las doce, meter el contenido de dos tubos de poliespan en el culo y sentarse hasta partirse en dos, poner pegamento de contacto extrafuerte en el culo, sentarse en la vitrocerámica y encenderla....

Cualquier cosa menos seguir sintiendo ese nubarrón negro que no deja ver el futuro inmediato. Y seguimos viviendo. Y seguimos contándolo. Por eso existe este blog.


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