VAYA FINAL TRISTE PARA UNA VIDA DE MIERDA

VAYA FINAL TRISTE PARA UNA VIDA DE MIERDA

16 ene 2018

LAS CAJERAS LLEVAN EL ODIO EN EL ALMA


Y no les echo la culpa. Ser cajer@ es tener que lidiar día a día con la asquerosa raza humana con la cual tengo la agonía de pertenecer. Y da igual que sea en Mercadona, Carrefour o  Día, con pocas excepciones están hasta el papo de nosotros. Y nosotros de ellas. Es como el Ñu y lo que coño coman: enemigos.

Compras de todo y casinunca falta congelado. Sabes que es una cuestión de tiempo y temperatura. Cuando antes llegues a la caja, lo pasen por la cinta y lo metas en la bolsa térmica, mejor se mantendrá la cadena del frío. Y es entonces cuando piensas la suerte que tienen los esquimales y lo que se lo tiene que currar Ikea para hacer muebles redondos que quepan en el igloo.

Te pones en la cola, única o varias colas, y te encuentras que el hijoputa de delante de ti es más lento que una morsa moribunda cazando calamares. Va tan lento poniendo las cosas sobre la cinta que crees que va a retroceder al pasado. Y es más, cuando la cajera está pasando sus productos, no los mete en la bolsa, se queda quieto como bobalicón y cuando le dicen el precio saca con lentitud su cartera y empieza a contar las monedas. Hasta que no recibe el cambio no empaqueta. Y cuando lo hace se le pudre la comida en la cinta. Y eso si tienes suerte y no comienza a mirar, sin apartarse, el ticket para ver si está todo bien y correcto.
Mientras, tú, ves como las otras colas se mueven más aprisa que la de Nacho Vidal.

Pese a que sus pertenencias siguen en la cinta de la caja, la cajera, mala como un dolor de muelas, comienza a pasar tus productos adquiridos a velocidad de vértigo juntándose con los de la persona anterior que sigue embelesada mirando el puto ticket. Tan veloz, que hace toser al lector infrarrojo que más que leer los codigos de barras los adivina.
Por si la tragedia no fuera bastante, el de atrás de tí comienza a poner sus cosas en la cinta mezclando sus productos con los tuyos e, incluso, prensa tus últimos productos con sus manitas en plan "deja sitio, coño", que te volverías y le meterías una berenjena en todo el coño mientras con los ojos inyectados en sangre le rechinarías entre dientes "sufreeee, perraaaaaa...."

Es lo más parecido a hacer un trío: uno delante, otro detrás de ti metiéndote prisa y, por si la cosa no pintaba bien, la cajera con mas rimmel que el aborto de una mona y el pelo cardado como el algodón dulce de feria de pueblo, te dice el precio, te da el ticket y te pregunta si tienes el coche dentro.
Sí, dentro de tu moño laqueado, mala pécora.

Qué gente más imbécil, que cajeras más desagradables y que maña tienen pasando los productor por el lector y la cinta. No son humanos....

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