VAYA FINAL TRISTE PARA UNA VIDA DE MIERDA

VAYA FINAL TRISTE PARA UNA VIDA DE MIERDA

1 ago 2018

LOS NIÑOS QUE SALEN EN LAS PELÍCULAS DE TERROR SON IMBÉCILES


Si vas a ir a ver una película de terror o sci-fi y entre los principales protagonistas hay niños, ten por seguro que acabaras tomando la decisión de que si los aliens, el monstruo o lo que sea no lo mata, lo harás tú.

Y es que los cabroncetes no paran de meterse en lios y de actuar al revés de lo que una persona en sus cabales haría, comprometiendo la supervivencia del resto. Que si yo fuera protagonista no pararía de empujarlos al enemigo para que se distrayera royéndole una rótula, por ejemplo.

En situaciones acuciantes de escapadas (los alienígenas entran en la casa para comerselos, un terremoto desquebraja la tierra a su paso, un asesino los quiere torturar, el edificio se cae porque la falla de San Andres ha bostezado, etc...) los niños de mierda se dan cuenta que su peluche, un mostoso osito llamado Mister Poppy, se ha quedado en la otra punta de la habitación, carretera, ciénaga o lo que fuera. Pues hasta que no vuelven sobre sus pasos poniendo la vida de todos en juego, el niño no para de gritar "Mister Poppy se quedó allí", "Necesito a Mister Poppyyyyyyy!" y por los pelos de los cojones de Mahoma que les toca volver a coger al mostoso osito que ya está más que babeado por el alien.

Imagínate que los extraterrestes eliminan a todo aquel que pillan. Hay que huir como sea para salvar el pellejo. ¿Qué hacer? Lo primero moverse sigilosamente y no hacer ruido. Pues bien, el niño en ese momento empezará a gritar o pondrá Radio Latino para poner a toda leche a Maluma. De nada le sirve que le digas "calla, por Dios!", los gritos de rata intoxicada por anticoagulantes no cesan y el incesante: "Hiiiiiiiiii...." del gritito acaba por cabrear al alien, a ti y al acomodador si estás en un cine.

Los niños, en estas películas, sufren magulladuras pero pocos mueren. Y no es lógico. Ir con un niño en una película de miedo es como contratar a un hombre-orquesta para jugar al escondite.
Si hay que guardar silencio para que no te descubran, el niño cerrará la puerta de golpe. Si el monstruo pasa a centímetros de los protagonistas encerrados en el armario para esquivar al asesino, el niño se tirará un petorro. Si hay que permanecer estáticos para que el marciano no te hinque el diente, el niño tocará una pandereta. Si hay que ocultarse en un zulo para que el degollador no te coja, el niño saldrá a por su asqueroso osito de peluche. Es entonces, y solo entonces, cuando el monstruo/asesino te mata a ti en lugar del niño. Por qué. Porque ni los seres más abyectos quieren a un niño, vivo o muerto.



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