Que la menta deja un buen sabor de boca y marida genial con muchos postres y bebidas es obvio. Lo que no es tan claro es el por qué ponen este ingrediente en cosas tan triviales como un dentífrico o un desodorantes que, cuando te lo pones, tu temperatura corporal baja a menos de 15 grados.
El lumbreras que pensó poner la menta en un caramelo y hacerlo extrafuerte, como los famosos "Halls" no pensó en que a los doce segundos de tenerlo en la boca se te ulcera la lengua, te salen disparadas las caries y los mocos se refugian en el cortex cerebral. Si te tomas luego un vaso de agua más o menos fria sientes como mil cuchillas revolotean por tu boca y tu garganta a la vez que te salen pinguinos de debajo de las uñas. De seguro que, a día de hoy, eso debe estar prohibido por la OMS.
Y aunque no te lo creas, existen pomadas contra las hemorroides con mentol. Te la pones y sientes fresco. Hasta ahí, nada raro. Pero si te viene un pedo y lo sueltas, se te escarchan los pelos del culo y el escroto o el toto implosionan desapareciendo por completo. Tiene más potencia que un aire acondicionado inverter.
El chocolate con menta es como comer una chocolatina que tu primo el retrasado ha tirado al cesped recién cortado por el sellor Wilkingson una soleada mañana de un frío Domingo de invierno.
Y es que la menta, a pequeñas dosis, es genial, pero concentrada es capaz de bajar la temperatura del ártico a pedos.
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