Una nueva investigación ha comprobado que las hormigas manifiestan indicios emocionales en determinadas circunstancias y que son más optimistas cuando toman azúcar, si bien no son capaces de contagiar sus emociones a otras hormigas.
Según la Universidad de Miscojones, pusieron un chip a una hormiga al azar pero murió del peso de ésta. A los días lo volvieron a intentar con otra hormiga pero esta vez sólo pintándola de purpurina para diferenciarla. Querían hacer un seguimiento del comportamiento de estos seres en la vida cotidiana.
La prueba se llevó acabo en una región boscosa de Honduras y, pasado unos días de grandes lluvias, una avalancha desplazó una montaña moviendo toneladas de tierra, piedras, árboles y arbustos y llevándose por delante la colonia a la que pertenecía ladera a bajo.
Francisca, que así se llamaba la hormiga, de repente y tras el trauma del deslizamiento de tierra, se fue a tomar por culo perdiendo la colonia, las demás hormigas, su hogar y su vida entera.
Sin rastro que seguir, miraba a derecha e izquierda y no veía un punto de referencia conocido, ya que el corrimiento de la tierra modificó el paisaje de manera abrupta. Sin rastro, ni orientación, medio aturdida y algo malherida, Francisca comenzó a hiperventilar por sus espiráculos ( pequeños orificios a los costados de su cuerpo que permiten realizar el intercambio de gases al sistema traqueal.) y a sentirse perdida, desolada y sin un futuro cierto. Ella sabía que las hormigas solitarias mueren antes debido al estrés oxidativo. Así que sin futuro, sola y dolorida quiso poner fin a su existencia lanzándose por un precipicio. Pero como su peso era insignificante, Francisca voló y voló hasta irse a tomar por culo más lejos si podía.
Intentó ponerse delante de un oso hormiguero pero al llevar purpurina el osos creía que era un Ferrero Roché y pasó de ella como de la mierda.
Francisca, finalmente, murió fulminantemente tras la caída de un mango maduro sobre ella. Depresiva, sola y descangallada, Francisca vivió....una vida de mierda.