Lo que ha cambiado la vida desde que yo era niño. Recuerdo con cierta parte de ternura y otro tanto de vergüenza ajena la época del destape y lo cutres que hemos sido siempre para estas cosas. Muchos adolescentes de hoy no se podrán ni imaginar aquellos films tan cutres y esas escenas metidas con calzador y mucho menos con la estética de hoy en que todo el mundo se depila hasta el asterisco.
Todos se bajaban al pilón para despeinar la cotorra y, mira que era difícil, porque aquello era una madeja de pelos más parecido a un gatete recostao y con una pelambrera que para meterla era como desenredar las putas luces de Navidad. Ríete tú del laberinto del Minotauro. Ahí cada ladilla era como un miguelito de la Roda y ellos, con tanto pelo ahí bajo, parecía un níscalo asomando. Era como cardarse el vello púbico pero sin laca. De ahí la frase de "pegar velcro" para referirse al acto sexual.
El nombre de las películas era funesto y chocarrero: "Mamá, siento cosas", "El ardor de la señorita Paca", "Por detrás soy una chocolatera", "El despertar de la burrera", "Estoy más caliente que la potra de Texas", etc...
Cuando aparecían las señoritas desnudas sobre la cama con el potorro rabioso parecía de lejos que a la cama le hubiera salido moho.Y los hombres no eran menos....todos con bigote y peludos, sólo les faltaba tatuarse en el pecho "Dios bendiga esta casa" como mi felpudo.
Era la época loca de que cualquier cosa que llamase la atención estaba bien. Sentarse en un sofá e introducirse un periquito en el sanjacobo era algo convincente y novedoso. Marissa Parrussën, que realmente era de Godella y se llamaba Angelines Cubertoret se lió en un rodaje y tras sentarse sobre el periquito se metió el sofá en el coño. Ambos murieron.
La pérdida de la inocencia, los deslices maritales y los malentendidos sexuales eran los temas recurrentes para enseñar teta. Teta con pezones como campurrianas y colgantes como el Golden Gate.